miércoles, 15 de marzo de 2017

Erdogan y el régimen turco: Una manada de elefantes dentro del bazar

Por Juan Giglio

Luego de tambalear por las contradicciones internas, enfrentamientos en el ejército y el avance del poderoso movimiento nacional kurdo – que se expresó en los resultados electorales – el gobierno de Erdogan consiguió un “bonus” extra de gobernabilidad, debido a sus maniobras, la base social que aún lo apoya y las equivocadas políticas de su principal rival, el PKK.

El pretendido “Sultán” de la reconstrucción del imperio otomano aprovechó el intento de “golpe” de julio del 2016 para limpiar el ejército de efectivos seculares, impulsar la movilización de los sectores islamitas más atrasados y pasar a la ofensiva sobre el movimiento de masas, particularmente en el Kurdistán turco o Bakur, que quedó bajo estado de sitio con miles de muertos, desaparecidos, encarcelados y torturados.

La conducción del PKK, con influencia de masas en el sudeste – mayoritariamente kurdo – le hizo un favor al gobierno, porque en vez de jugarse a empalmar con los trabajadores y el pueblo turco, impulsando la movilización unitaria contra las políticas de ajuste y represión, lanzó una “ofensiva” guerrillera que terminó transformándose en una pelea de aparatos militares, en la cual triunfó el más fuerte, no por casualidad segundo ejército de la OTAN.

Esta derrota significó un retroceso para el conjunto de las masas y la liquidación física – mediante el asesinato o el encarcelamiento – de una buena parte de la heroica vanguardia juvenil kurda que tomó las armas para combatir en absoluta desigualdad en Cizre, Amed, Silopi, Mardin y decenas de ciudades del sudeste. El movimiento de mujeres, que venía a la ofensiva, tuvo que retroceder, perdiendo conquistas y decenas de instituciones propias.

Esta situación tuvo sus repercusiones en el norte de Siria o Rojava, donde los kurdos y las kurdas que venían de derrotar a Estado Islámico en Sengal, Tal Abyad y Kobane, profundizaron su dependencia con los imperialistas yanquis y rusos, dando un paso atrás en la Revolución de los Cantones de Rojava, ya que los principales enemigos de la autodeterminación están comenzando a pisar fuerte en esos territorios.

Sin embargo, todo eso no fue gratuito para Erdogan, que para mantener el poder se vio obligado a pactar con sus viejos enemigos Putin y al Assad. A partir de esta alianza, que también involucra al estado teocrático de Irán, el “Sultán” tuvo que distanciarse de una de sus creaciones, las bandas de Estado Islámico, situación que provocó rupturas dentro de la base islamita más radicalizada.

El asesinato del embajador ruso en Ankara y el atentado a la discoteca Reyna en Estambul responden a este distanciamiento, que permitió el desarrollo de una oposición jihadista de cierta importancia. La ruptura del único partido parlamentario que apoya a Erdogan, el derechista MHP – íntimamente ligado a las bandas fascistas “Lobos Grises” – responde también a esta dinámica.

En ese marco, Erdogan, cuyo régimen continúa débil y en crisis, está actuando como una “manada de elefantes dentro de un bazar”, tratando de fortalecerse fogoneando un referéndum para reformar la constitución nacional, que en caso de ganar le otorgaría plenos poderes, ya que modificaría el sistema parlamentario por otro de carácter presidencialista. La ofensiva hacia el viejo continente responde a la necesidad de ganar votos de la comunidad turca.

Es que según fuentes informadas, como Al Monitor, las encuestas no favorecen al régimen: “El 16 de abril millones de turcos irán a las urnas a votar la posibilidad o no de encarar un proceso de reforma constitucional... En ese marco, las encuestas más serias muestran que los votantes están divididos, con un 40% a favor de los cambios, otro 40% en contra y un 20% de indecisos”.

“Millones de turcos en Europa que son residentes permanentes o tienen doble nacionalidad — cerca de un millón y medio residen solamente en Alemania – son un objetivo importante de la campaña. Por esa razón, el partido de gobierno, AKP; se ha lanzado a pelear los votos en Austria, Suiza, Alemania y Holanda, cuyos gobiernos han resisten esta ofensiva alegando cuestiones de seguridad debido a la polarización.”

“En Holanda, las tensiones llegaron a tal extremo, que sus autoridades prohibieron el desembarco del ministro de relaciones exteriores, Mevlut Cavusoglu, el 11 de marzo pasado. Luego rechazaron el ingreso de la familia de la ministra Fatma Betul Sayan Kaya al consulado de Rotterdam. Cerca de mil turcos salieron a las calles gritando “Dios es Grande”.

De acuerdo a un funcionario de la consultora Teneo Intelligence, “La insistencia de Turquía de realizar actos de campaña en Holanda no fue más que una acción calculada para polarizar y conseguir votos.” Por esto no es casual que en los diarios de Ankara hayan aparecido imágenes mostrando policías antidisturbios holandeses con perros, bajo títulos como “Perros nazis” o “La pagarán…”

Todo esto le dio argumentos al político de ultraderecha Geert Wilders, quien competía por un lugar en el parlamento holandés este 15 de marzo. Wilders aprovechó las circunstancias para reflotar su discurso xenófobo y anti islamita. “Erdogan repite que somos nazis y fascistas. Él insulta a la policía holandesa, echemos a su embajador y a todo su staff del país.”

Turquía, un país fundamental en una región está viviendo una crisis tremenda, convirtiéndolo más que en un actor de peso al servicio de la resolución de la crisis de Medio Oriente, en un problema tan grande que amenaza con desestabilizar tod, echándole nafta a la Situación Revolucionaria que explotó a partir de la Primavera Árabe en ambos lados del Mediterráneo.

Europa marcha hacia rebeliones parecidas a las que estallaron años atrás en Siria y Grecia, siguiendo el camino de las multitudinarias movilizaciones que tuvieron lugar en Rumania hace unas pocas semanas contra los planes de Ajuste comandados por el Banco Central de Alemania. La ruptura del Mercado Común y la asunción de Trump no ayudarán a remediar esta crisis sino que la agravarán.

Los revolucionarios deben seguir apostando a la unidad de los trabajadores y el pueblo de Turquía con el movimiento de liberación nacional kurdo, que de concretarse significará un avance cualitativo en la lucha contra la dictadura de Erdogan y un acicate para el resto de los pueblos que pelean por sus derechos en Siria, Iraq, Irán, Palestina y demás países de la región.

Desde Convergencia Socialista de Combate y el espacio Kurdistán Desde el Sur venimos siguiendo y participando en este proceso ubicados en la trinchera del pueblo kurdo, que más allá de los límites de su conducción está llamado a jugar un papel significativo en el proceso revolucionario regional. Desde esa ubicación damos pelea por el programa Socialista, que comienzan con la derrota de las dictaduras y la expulsión del imperialismo.

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