Por Graciela Monari
De acuerdo a un
artículo de la agencia alemana DW, “El ataque terrorista contra la discoteca
Reina –un conocido local nocturno de Estambul frecuentado por celebridades– ya
se auguraba mucho antes de que los sectores más modernos y orientados hacia Occidente
de la sociedad turca vocearan la cuenta regresiva que marcó el final del año
2016.”
Es que, “durante
semanas, los imames (oradores), los hodscha (sabios)
y otros charlatanes condenaron las celebraciones de Año Nuevo en las redes
sociales. Y al hacerlo no se inhibieron de tachar de "infieles” a los
simpatizantes de la cultura occidental, con lo cual los convirtieron en blancos
de actos de violencia.”
Sin embargo, lo más
grave del caso es que la oficialista “Oficina de Asuntos Religiosos, un gremio
de alto rango en esa república secular, se pronunció en contra de las
festividades de fin de año –calificándolas de incompatibles con la cultura
musulmana– en su prédica del pasado viernes (30.12.2016), dirigida a todas las
mezquitas del país”.
Por todo esto, la
pregunta que se hacían los periodistas, aún los menos avezados, ya no era si
los islamistas fanáticos empuñarían armas durante la Nochevieja, sino dónde. En
ese sentido, y con el aparente objetivo de evitar un baño de sangre, la noche
del 31 la policía turca desplegó 17.500 oficiales en Estambul.
No obstante esto, frente
a la discoteca Reina apenas había un solo agente, que cayó muerto por las balas
de la AK47 que empuñaba el miliciano de ISIS, que lo atacó antes de ingresar al
local para disparar contra la multitud. Teniendo en cuenta lo “infectado” que
está el estado turco del virus jihadista -inoculado por el mismísimo Erdogan- no
sería raro que alguien de la policía le haya “liberado la zona”.
Por todo esto, no
es extraño que este personaje, cuyos datos ya fueron dados a conocer, haya
podido escapar tan fácilmente después de matar y herir sin compasión durante
varios minutos, en los cuales no se hizo presente ninguna patrulla de las
tantas que pululaban por Estambul buscando supuestos “terroristas”.
La policía
nuevamente está bajo sospechas, ya que fue un integrante de uno de sus cuerpos
de “elite” quien fusiló al embajador ruso en Ankara días atrás, cobrándose
venganza por la entrega de Alepo por parte de Erdogan, que después de esta
“traición” se arrodilló ante sus viejos enemigos Putin, Bashar al Assad y
Rohuani.
La noticia del
sitio alemán termina indicando que “Encandilado por su propia meta –la de
convertir al país euroasiático en una república presidencialista y erigirse en
el único soberano sobre su territorio–, Recep Tayyip Erdogan comete un error de
cálculo tras otro y, así, conduce a Turquía hacia la autodestrucción. Atrás han
quedado los tiempos en que Erdogan entusiasmaba a la Unión Europea y también a
Alemania con su talante reformador.”
Más allá del
sentido burgués de la nota, que se preocupa por el giro “anti europeo” de
Erdogan, pega en el clavo cuando caracteriza que Turquía camina hacia la
“autodestrucción”, porque lo que está ocurriendo no es la expresión de un
régimen que está fortaleciéndose debido a sus aciertos políticos y militares, sino
todo lo contrario.
Después del fallido
golpe de estado y el cambio abrupto de política exterior hacia la guerra de
Siria – sumados a la crisis económica y social interna – el gobierno quedó
inmerso en una situación de total y absoluta fragilidad. La izquierda y los
sectores consecuentemente democráticos de Turquía, deben aprovechar estas
circunstancias para unir fuerzas alrededor de la gran tarea que deben emprender:
echar al gobierno e imponer una salida democrática.
No hay comentarios:
Publicar un comentario