lunes, 2 de enero de 2017

Con la división del ejército y de las bandas islamitas construidas por el régimen, maduran las condiciones para echar a Erdogan

Por Graciela Monari 

Después de algunas horas de ocurrido el atentado contra la discoteca Reina de Estambul, Estado Islámico reivindicó el ataque que se cobró la vida de cerca de 40 personas al comenzar el Año Nuevo. En un comunicado difundido por internet, ISIS afirmó que uno de los "soldados del califato" emprendió la matanza la discoteca situada a orillas del Bósforo.

El texto denuncia a las autoridades turcas por “haberse aliado con los cristianos”, aludiendo a la negociación que tuvo lugar entre Siria, Rusia y Turquía, debido a la cual las milicias islamitas que combatían en Aleppo se retiraron de la localidad para fortalecer la ofensiva del ejército turco contra el pueblo kurdo en el norte de Siria.

La declaración dice que fue en "venganza" por los bombardeos contra musulmanes que efectúa Turquía en territorio sirio y acusa al gobierno de Ankara de ser "servidor de la Cruz", una manera efectista de denunciar el cambio de bando de Erdogan, que de combatir a Bashar al Assad y Rusia, se terminó aliando a estos últimos.

"Que el Gobierno apóstata de Turquía sepa que la sangre de los musulmanes que se está derramando va a convertirse en fuego en su propia casa", indica el texto, que anuncia nuevas incursiones. Esto plantea una situación novedosa, ya que la gran mayoría de los anteriores atentados de ISIS en Turquía solo estaban dirigidos hacia la comunidad kurda.

El presidente Recep Tayyip Erdogan - pretendido “Sultán” de la reconstrucción del Imperio Otomano - comenzó a recibir medicina de la propia, ya que muchos de los militantes fanáticos que el régimen organizó para sostenerse durante estos últimos años, ahora le están dando la espalda, repudiando lo que consideran una traición flagrante.

Así sucedió con el fusilador del embajador ruso, un joven perteneciente a la policía que el régimen utilizó  para defenderse de los militares “golpistas” y emprender una dura ofensiva contra la izquierda, las organizaciones kurdas y el periodismo opositor. ¡Como diría un viejo dicho argentino: no hay peor astilla que la del mismo palo!

Erdogan se dedicó a armar bandas de seguridad propia, ganándolas para concepciones muy cercanas a ISIS. Para esto, en agosto pasado, había designado al general jubilado Adnan Tanriverdi como “asesor” de la materia. Tanriverdi es el propietario de Sadat, una compañía consultora de defensa internacional.

Varios legisladores de la oposición socialdemócrata - el CHP - comenzaron a investigar las actividades de Sadat, sospechando que su misión no sería otra que la de entrenar a fuerzas paramilitares - oficiales o no - con el objetivo de librar la multitud de guerras de Erdogan dentro y fuera de Turquía.

Como si todo esto no fuera poco, Erdogan decidió valerse de la Dirección General de Asuntos Religiosos o “Diyanet”, para convocar a formar “divisiones juveniles” que deberían asociarse a las decenas de miles de mezquitas que están diseminadas a lo largo y a lo ancho del país. Bajo este plan, 20.000 mezquitas contarían con estos batallones en 2021.

A pesar de su aparente fortaleza, el régimen está cada vez más débil, ya que se partieron al medio sus Fuerzas Armadas durante la intentona golpista, pero ahora se le están dividiendo las bandas oficiales y paraoficiales que se jugó a construir para reemplazar el papel del ejército y otras armas en la represión interna.

Las condiciones para echar a Erdogan maduran. La gran tarea de las organizaciones de izquierda, democráticas, populares, antiimperialistas y defensoras de los derechos del pueblo kurdo y otras etnias oprimidas, debe ser unir fuerzas para impulsar esta perspectiva mediante la unificación de las luchas y la Huelga General insurreccional.

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